De entrada, la palabra cáncer por desgracia va a asociada a familiares y amigos que todos tenemos y cualquier esfuerzo en la lucha contra esta enfermedad queda minimizado con la satisfacción de poner un pequeño grano de arena.
Han sido algo menos de tres días vividos con una enorme intensidad. Lo fácil en este caso es correr, cada uno a su nivel, pero lo difícil es poner en marcha toda la maquinaria de relevos, de búsqueda de lugares para dormir, de una y mil atenciones. Sin personas como César, Agustín, los responsables de los coches de apoyo y sin el gran ambiente del bus sería imposible llegar a abrazar al Apóstol.
A quienes llevamos mucho tiempo en el deporte nos sigue sorprendiendo la solidaridad del mundo del running, cómo se disfruta tanto el que va despacio como el que va rápido y cómo el mejor espera siempre con una sonrisa al más rezagado.
Este abrazo en el inicio y final de cada relevo, esa foto de recuerdo, esa amistad que nace en experiencias como esta... ese es el gran premio que nos llevamos cada uno en nuestra mochila. Recuerdo con especial cariño la primera jornada.
Cometí el error o la osadía de intentar completar dos relevos y tuve en el segundo la compañía de “máquinas” como Sacha, Lisardo y Javi Barrientos sin olvidar a Germán, ese hombretón que superados los sesenta tiene un nivel de forma envidiable.
Sin embargo fue fácil seguirles, siempre pendientes de quien no podía seguir un ritmo alto. Sacha me hizo un guiño especial cuando me indicó el precioso paisaje que quedaba a nuestra derecha entre Ponferrada y Villafrancia con el majestuoso decorado natural de Las Médulas. Las risas de Laura Pastoriza, el ejemplo de conciliación de vida familiar y deporte de los papis del grupo con sus peques, la ayuda de Angel de la Universidad,,, los ratos con Alberto hablando cómo no de fútbol, sonrisa permanente de Luismi, el pique de camisetas de la Ponferradina y de la Cultural.
Al final llegamos de la mano a la meta del relevo. Esas manos cogidas resume el espírito de a León contra el Cáncer. Y como colofón, esa llegada emocionante a la Plaza del Obradorio, todos juntos, todos con nuestra historia personal y esos sentimientos que se desatan en una lágrima y una sonrisa y la pena de acabar. Qué importa la molestia en un gemelo o el dolor de espalda...todo se borra todo menos el recuerdo de conocer y haber compartido travesía con gente maravillosa.
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